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Foto por cortesía de Wireimage.
No se hicieron fotografías publicitarias de los “Phoenix Jazzmen” por un motivo muy claro: nadie que estuviera en sus cabales nos habría dado trabajo por la pinta que teníamos. Era la primavera de 1973 y los fines de semana había empezado a tocar con ese grupo. Nuestros uniformes consistían en camisas de nailon rosas y pantalones de pinzas grises. Yo tocaba el bajo, y a mis veintiún años, era el miembro más joven y con menos experiencia de la banda. Sería precisamente su líder y trombón, Gordon Solomon, quien me apodaría “Sting”.
El rostro rollizo de aspecto juvenil, bastante inocente, de Gordon Solomon, Solly, el líder de la banda, no reflejaba su ingenio malicioso y sádico. Era, por otro lado, un fantástico trombón.
Don Eddie resultó uno de los baterías más estrafalarios con los que he trabajado en toda mi vida, y también uno de los mejores; tocar con él era como estar atado a la locomotora de un expreso. Era un hombre corpulento de más de cuarenta años, calvo y con un largo bigote de estilo daliniano. También era alcohólico en activo.
Graham Shepherd tocaba el clarinete. Era estudiante de música, intelectual de tapadillo y donjuán. Su gran momento en el espectáculo era “Stranger on the shore”, de Acker Bilk. Graham detestaba aquella canción con todas sus fuerzas, y Gordon, todo un ejemplo de jefe atento y respetuoso, le obligaba a interpretarlas todas las noches. Con ese mismo sadismo me forzaba a cantar “Never ending love song”, de los Seekers. Le tenía pavor a aquel momento de la actuación, pero me aguantaba.
Por último estaba Ronnie Young, trompeta y vocalista, un hombre de lo más encantador a punto de superar los cincuenta y que cantaba mucho mejor de lo que soplaba su instrumento. Ronnie era al arte de la improvisación lo que el papa a la danza del vientre: únicamente sabía tocar lo que conocía, nota por nota, noche tras noche. Repetía exactamente el mismo solo en cada canción y todos aprendimos a tararearlo en voz baja a sus espaldas, nota por nota, noche tras noche. No le importaba que nos burláramos de su habilidad como trompetista, porque, por otro lado, estaba a la altura del mismísimo Satchmo cuando se decidía por la improvisación onomatopéyica para convertir su voz en un instrumento y al nivel de Sinatra cuando cantaba melódicamente.
John Hedley, toda una leyenda de Newcastle, había hecho alguna que otra escapada con los “Phoenix Jazzmen” durante una temporada, había disfrutado anteriormente de una temporada estelar en Londres con el grupo de Blinky Davison, y mucho antes de eso había sido uno de mis músicos de blues preferidos del mundillo de mi ciudad. John parecía un Hendrix rubio, con aquella mata de pelo blanco encrespado que resaltaba unas facciones alargadas y lúgubres. Su cuerpo era de una delgadez que daba pena, como si fuera un enorme pajarraco esquelético subido a dos zancos larguiruchos. Era un hombre encantador y un extraordinario guitarrista, con un sentido del humor irónico y un tanto marchito. Se había llevado sus buenos reveses en la vida y había acabado recurriendo a la filosofía sencilla y a la disciplina terapéutica de la música.
Inevitablemente las ganas de entrar a un estudio fueron creciendo. La banda – principalmente Gerry y Sting – empezaron a escribir su propio material y así en la primavera de 1975 se encontraban haciendo visitas regulares a los Impulse Sound Studios de Wallsend para grabar maquetas. Los libros de notas sitúan el 23 de febrero de 1975 el día que la banda grabó dos tomas del tema de Gerry, “I got it made”; el 7 de marzo fue grabada “I’m on this train” y el 3 de abril se graba la primera canción de Sting, “Oh my God” (o “Oh my gawd” como figura en la hoja de grabaciones) en una cinta. Un listado completo de que fue grabado y cuando es muy difícil de precisar, ya que algunas canciones no tenían nombres asociados y frustrantemente el término “Instrumental” se usa repetidamente. Como John Hedley recuerda: “Cosas como datos y nombres eran menos importantes comparado con saber que botones había que tocar en la mesa de mezclas”.
Dave Wood, propietario de los Impulse Sound Studios, conocía a Sting desde hacía muchos años, de hecho Sting solía llevarle la leche. Dave recuerda ayudar a Sting a cargar con el equipo del bajo, de la guitarra, los micrófonos, etc, en Heaton cuando "Last Exit" llegaban en su furgoneta de hacer actuaciones para grabar en el estudio. Durante todo 1975 y parte de 1976, Dave grabó un amplio material con "Last Exit". En 1975: “We got something” (Gerry), “Truth kills everybody” (Sting), la versión lenta de “Whispering voices” (Gerry), “Even song” (Gerry), “I can’t say” (Sting), “Savage beast” (Sting), la versión de 3’43 de “Whispering voices” (Gerry), y versiones como “Sunshine of my life”, “Three card rag”, “Put on your wings and fly” y temas instrumentales incluyendo el epónimo “Last Exit”. Algunas canciones como “I can’t say” y “Put on your wings and fly” se grabaron más de una vez.
“Put on your wings and fly” es particularmente interesante, el padre Dave trajo un disco de sus vacaciones el el Caribe, y Dave pidió a la banda que lo grabara. De hecho Dave les pagó la sesión para que grabaran la canción, pero por desgracia nunca fue publicada. Dave sabiendo que les gustaba trató de persuadir a la banda para que grabara una versión del tema de Bill Withers, “Friend of mine”, después de oírsela cantar estupendamente bien a Sting en uno de sus conciertos en el Hotel Gosforth, pero la banda prefería escribir y grabar su propio material y declinaron la proposición.
Durante 1975, "Last Exit" empezó a recibir sus primeras reseñas positivas, especialmente de un periodista local, Phil Sutcliffe, que le dio una reputación a la banda. En mayo, Sutcliffe escribió en “Sounds” que la música de "Last Exit" estaría “esta semana en Newcastle, la semana que viene por el mundo”. Y en julio, el mismo periódico publicó que "Last Exit" combinaba experiencia y sofisticación con un desnudo y original entusiasmo que convierte a la media de bandas blancas en un conjunto de abuelitas – y sus únicas comparecencias regulares son para unas docenas de personas en unos cuantos pubs. De cualquier manera, ellos están preparados para barrer los oídos más pacíficos.