jueves, 3 de diciembre de 2009

INTRODUCCIÓN AL ÁLBUM (y 4ª PARTE)


ECOS ANTIGUOS
Implícita en la historia del nacimiento de Cristo está el conocimiento de su muerte y su posterior resurrección. Esto es lo que conecta a las canciones seculares sobre el ciclo de las estaciones. Se nos recuerda de que hay luz y vida en el centro de oscuridad que es el invierno – o por el contrario, que no importa lo cómodos que nos sintamos en la cuna ya que hay oscuridad y peligros que nos rodean.

La calidad mágica de la historia Cristiana no se ve disminuida por el conocimiento de que gran parte del mito de la Navidad parezca haber sido superpuesta sobre una matriz antigua. En todo caso, esos ecos antiguos del solsticio pagano aún reverberan en las historias de espíritus y fantasmas por la cual es famosa la estación.

Nuestros antepasados celebraron la paradoja de la lúz en el corazón de las tinieblas, y el consecuente milagro de renacer y la regeneración de las estaciones. Las culturas antiguas no sólo observaron ese fenómeno, sino que también tomaron un papel activo e imaginativo en propagarlo. El solsticio de invierno necesitó de un ritual para celebrarlo y así el nuevo ciclo de las estaciones pudo comenzar, los cultivos pudieron ser sembrados, los animales administrados y la vida misma pudo proceder. Este imaginativo contrato con la naturaleza se basaba en el corazón de los rituales de invierno y en el corazón del antiguo mito.

Para mí era importante trazar paralelismos entre la historia Cristina y las viejas tradiciones del solsticio de invierno. Estos mitos e historias son nuestra herencia cultural común, y como tal debe ser mantenida con vida a través de la reinterpretación en el contexto del pensamiento contemporáneo, aún cuando ese pensamiento es esencialmente agnóstico. Sin embargo, el misterio en el corazón del cosmos, y de la vida misma, permanece intacto – tal vez sin solución para los seres con nuestro nivel de conocimiento. Mientras tanto, todos necesitamos nuestros mitos para poder vivir.

Como muchas personas, tengo una actitud ambivalente hacia la celebración de la Navidad. Para muchos, es un periodo de intensa soledad y recogimiento. Yo específicamente evité la alegría, casi triunfalista, latente en muchos de los villancicos Cristianos. Hago referencias musicales, “God rest ye, merry Gentleman” es tan sólo un contrapunto dramático a la letra de “Soul cake”, por ejemplo. Esta canción la cantaban en Halloween los niños que iban puerta por puerta pidiendo centavos y “tortas de alma” (lo último no era lo originalmente deseado). También estaba interesado en evitar la intimidad doméstica de las canciones profanas, reconociendo que, para muchos, el invierno es una época de oscuridad e introspección.

Del mismo modo, me sentí atraído por el poema de Robert Louis Stevenson “Christmas at sea” porque describe muy bien la atracción gravitacional de gran alcance que el hogar ejerce en Navidades sobre el viajero. Cuando Mary Macmaster empezó a cantar la canción gaélica “Thograinn thograinn”, una canción femenina de trabajo de la Isla de Skye, pensé que la melodía sería un contrapunto perfecto para el anhelo del marinero de Stevenson, que se encuentra en un barco hundido lejos del pueblo en donde nació, en esta “todos los días de año… bendita mañana de Navidad.

Para todos aquellos con gustos aún más oscuros, “The burning babe”, un poema del siglo XVI del mártir Jesuita Robert Southwell, ofrece una macabra visión que se encontró en una noche de invierno del niño Jesús suspendido en la oscuridad, ardiendo y agonizando por todos los pecados de los hombres. El valor musical es trabajo del cantante tradicional y violinista Chris Woods.

Hubiera parecido extraño no hacer referencia al menos al gran ciclo de canciones de Schubert, “Winterreise”, su magistral meditación de la temporada, y una de las inspiraciones para la presente colección. Me he tomado algunas libertades con la traducción al inglés de “Der Leiermann” en lo que sugiere a los mencionados perros gruñendo que creí podría tener un papel más activo en “The hurdy-gurdy man”. El observador de la canción no sólo mantiene un sentido de la curiosidad y empatía hacia el sujeto pero quizás lo que se contempla es el espectro de su propio futuro.

Por último llega “You only cross my mind in winter” inspirado por una Zarabanda del Sexta Suite pare Cello de Johan Sebastian Bach; no por sorpresa es una historia de fantasmas. Mi otra contribución al disco es también una historia de fantasmas en cierto modo, “The hounds of winter”.

Caminando entre las nieves de invierno, o sentado en trance en una habitación oscura mirando la luz del fuego, por lo general, provoca en mí un sentimiento de reflexión, un estado de ánimo que puede ser a veces filosófico, otras veces salvajemente irracional, me encuentro perseguido por los recuerdos. Porque el invierno es la estación de los fantasmas; y los fantasmas, sí se puede decir que residen en algún lugar, es aquí, en la estación de las heladas, en sus largas horas de oscuridad. Tenemos que tratar con ellos con tranquilidad, civilizadamente, antes del deshielo y de que el ciclo de las estaciones comience de nuevo.
Sting

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